Hace poco más de dos décadas, Singapur era uno de los países más peligrosos del mundo; drogas, delitos sexuales y corrupción eran moneda corriente. En muy corto tiempo, el país pasó a ser de los más seguros no solo de Asia, sino a nivel global.
En materia de turismo, economía, inversiones inmobiliarias y hoteles de lujo, el crecimiento de este diminuto país ha sido inversamente proporcional a la población carcelaria: de más de medio millón de reclusos hace apenas 15 años, hoy hay 50. El resto fueron ejecutados en su mayoría, o recluidos a trabajos forzados. Las medidas para lograr este cambio, son criticadas por muchos que las consideran al menos, controversiales.
Podríamos seguir hablando de la corta historia de este país, que ha sufrido no solo invasiones, sino masacres y empalamiento de civiles en manos de sus invasores; también podríamos nombrar a lujosos restaurantes y bares con deslumbrantes vistas de la ciudad, donde no faltan chef consagrados internacionalmente, como Batalli, Ramsay, Robuchon, Puck o Chiang.
Pero hoy hablaremos de otro estrellado, un casi desconocido hasta hace apenas unos meses: “Hong Kong Soya Sauce Chicken Rice and Noodle”. Era mi cumpleaños y a la hora del festejo, no reparamos en gastos, decidiendo almorzar en uno de los restaurantes premiados por la guía: desembolsamos 5 euros por 3 platos de comida.

Luego de esperar más de 25 minutos para ordenar la comida, debido a las largas colas que son parte del ritual diario, me costó mucho encarar un comentario. ¿Estaba evaluando a un restaurante estrellado? ¿A un puesto callejero del barrio chino? ¿Debería tener en cuenta la relación precio calidad o mirar más allá del precio, buscando la “consagrada excelencia gastronómica” que mencionaban los inspectores de la guía?

Las largas colas son un paisaje habitualEs difícil separar todo eso. La codiciada estrella no pasa desapercibida e inevitablemente influye en la opinión, como lo hace la puntuación o premio alcanzado por una botella de vino: predispone y condiciona.
La recompensa otorgada al restaurante no me parece cuestionable, pero si discutible. Atrás del premio (otorgado a un restaurante de vajilla descartable, precios del tercer mundo y comida de calidad con presentación barriobajera) hay también una intención de provocar al respetable viajero internacional para alcanzar impacto mediático.
Esta aparente jugada de marketing “win-win”, donde tanto la famosa guía como el local galardonado ganan, provoca una desigualdad valorativa cuando se compara con lo que sucede a la hora de evaluar otros restaurantes del mundo. Lugares que día a día invierten en producto, conocimientos, vajilla y demás, sin lograr un reconocimiento parecido.

Sin lugar a dudas la Guía Michelin me sigue pareciendo la más seria y creíble de todas las guías, listas y webs gastronómicas existentes, pero esta jugada por apropiarse de los titulares, exitosa por cierto, ha sido percibida como una mojada de oreja para muchos chef que día a día hacen las cosas bien con la ilusión de colarse en la codiciada lista.
El modesto puesto -que mantiene los precios a pesar de la demanda y envidia de los locales vecinos- contaba con ocho platos dos de vegetales, 4 de pollo (misma proteína pero diferente acompañamiento) y 3 de cerdo: Pork Ribs rice, Roasted Pork Rice y Char siew rice.
Luego de la espera mencionada, pedimos el pollo, las ribs y el roasted pork. El primero con noodle y los otros dos con arroz. Las bebidas, licuados de frutas preparados en el momento, las habíamos comprado en otro puesto. Nos sentamos cerca de unos ventiladores que intentaban hacer circular el espeso aire caliente que impiadoso, llegaba a los 40 grados.

Los sabores de las carnes eran muy buenos, no así los del arroz que era bendecido con un cucharon de una salsa algo apagada y astringente. Volviendo a las proteínas, el pollo que nos tocó en suerte era un 90% de huesos, por lo que apenas pudimos saborearlo. Podía haber pedido otra ración por un módico euro y medio más pero para eso era necesario repetir una cola de 30 minutos y yo no estaba dispuesto a eso.

Quiero destacar que las salsas y marinadas de las carnes eran muy buenas, tanto en sabor como en textura. Pero si con eso alcanzar para obtener una estrella, no creo que haya que viajar tan lejos para presenciar otra epifanía. Hay en muchas ciudades del mundo puestos semejantes capaces de sorprenderse por un plato o preparación. Mucho más si podemos dejar de lado el servicio, la atención, la cuestiones bromatológicas (el puesto posee la certificación “B”, apta, pero sin ser la ideal “A”, como ostentan algunos puestos vecinos), y muchas otras que hacen a un restaurante.
Si por esas cosas del destino pasan por Singapur y quieren comer en un restaurante estrellado, sin gastar más de dos euros por plato, Hong Kong Soya Sauce Chicken Rice and Noodle es lugar para esa cita.