Roses, en la Costa Brava, fue por muchos años un referente gastronómico. Comensales de todo el mundo se acercaban El Bulli, en esa entonces el mejor restaurante del mundo, a degustar sus creaciones.
A pocos kilómetros, un chiringuito enclavado en la bajera de un edificio y sin el encanto de la Cala Montjoi, solía estar abarrotado de turistas, vecinos y sobretodo de cocineros del restaurat de Adria que al terminar el servicio se acercaban a comer medio pollo a l´ast con patatas fritas, junto (al menos) a una caña de cerveza.
El lujo es vulgaridad
Muchos años después, el lugar ahora administrado por una familia francesa que se hizo con la empresa por una suma millonaria, continua la faena con exactamente la misma receta y sobretodo la misma cantidad de público que día a día espera horas para poder ocupar una mesa y hacerse de medio pollo con patatas fritas servido en una canasta de mimbre para comerlo directamente con la mano.
El exitoso A Pluma, del ex Bulli Eugeni de Diego, fue inspirado en esas salidas post servicio a este garito regenteado otrora por una dama siempre amable, y que según dicen los conocidos, con la venta del negocio hace unos años, ha comprado varias propiedades tanto en Roses como en Sitges donde también abrió un club donde encabeza sus espectáculos de Drag Queen; En el caso de el proyecto ubicado en la zona alta de Barcelona, el concepto base es el mismo pero con un estilo gourmet y una estética mas acorde a la paquetería del barrio.
El día de la marmota
A diario se ven descargar camiones de pollos y de patatas fritas. Un loop continuo de proveedores–clientes–proveedores que no se detiene con los años. Es entendible como el cliente local o casual, prefiere un producto conocido, sabroso y accesible para repetir con relativa frecuencia, a los menues gastronómicos mas elevados donde luego de haberlos degustado una vez, es difícil reincidir sea por gusto o por economía.
El Pollo
Un pollo rostizado a la brasa, bien condimentado y con una piel crocante y sabrosa. Las papas compradas pero de buena calidad, nada aceitosas y manteniéndose crocante hasta último momento. Porque no todo tiene que ser artesano para tener valor.
Las salsas, para elegir entre varias, como alioli, mostaza, mostaza y miel, brava, brava picante y alguna otra, no pretenden competir en un concurso de salsas caseras, pero cumplen de sobra en cuanto a sabor para acompañar las papas y el pollo.
Un modelo de negocio exitoso con una utilidad seguramente mucho mas alta que cualquier restaurante de alta gastronomía que ostenta estrellas en su vitrina.
Un producto sabroso, que funciona y a un precio accesible.
