Me gustaría decir que comí en ese departamento que Clorindo Testa tenía encima de la librería del FCE, pero no sería cierto. Fue mi primo quién me contó la distribución de su salón comedor y yo copie la idea cuando compre el departamento donde ahora vivo. Ocho mesas de bar que se podían usar juntas o en diferentes combinaciones. La escultura y los volúmenes siempre fueron un disparador de ideas en el estilo del maestro. Como mi situación económica, después de la compra del departamento, era algo limitada no pude obtener mesas buenas y adquirí unas muy berretas que se arqueaban y retorcían según la humedad del día. Las tuve unos años y después las reemplacé por una mesa grande de casi 3 metros de largo. Pero mi primo me contó que una de esas noches en que lo había visitado, en ese departamento de la calle Santa Fe, Clorindo había cocinado unos pappardelle riquísimos. Cebollas y hongos sarteneados, unas pasas de uva, un golpe de grapa, un poco de aceite de tartufo y queso de rallar. El cocinero recomendaba grapa italiana, pero yo use la que elabora en Mendoza Pablo Lijztain. Se llama Castelli y es de lo mejor del mercado local.

