Francis en la Plaza Mayor de Madrid

La polémica está servida Hubo días históricos donde el fuego, animado por demonios, estuvo a punto de dar fin a lo que hoy conocemos como plaza mayor

La polémica está servida

Hubo días históricos donde el fuego, animado por demonios, estuvo a punto de dar fin a lo que hoy conocemos como Plaza Mayor. Ayer el gran Francis Mallmann jugo con esos recuerdos asando con lentitud pollos sobre brasas amenazantes pero controladas.

Algunos organismos y periódicos han protestado por la concesión de ese espacio público para una práctica que en principio (la cocina al aire libre) está prohibida en la Villa y Corte. El ayuntamiento, utilizo una argucia legal declarando al histórico recinto como espacio ferial.

No corresponde a la contraparte argentina responsabilidad por esos supuestos atajos.

Lo positivo.

1) Estoy seguro que Francis habrá hecho su espectáculo de fuego con el talento interpretativo que lo caracteriza.

2) Aunque no hubiera sido mi elección, no creo que nadie lo pueda hacer mejor desde el punto de vista mediático. Y es difícil, pero no imposible, encontrar cocineros que puedan garantizar el éxito en este tipo de eventos.

3) La Plaza Mayor es un lugar imponente y muy apto para ejecuciones. Hasta fines del siglo XVIII fue el punto elegido para ahorcamientos, guillotina o incluso garrote vil. Los pollos, colgando exánimes, no deben de haber desentonado sobre esa estética a medio camino entre el barroco y el neoclasicismo.

Lo negativo

1) Asar pollos, atado a hilos, no me parece una elección muy ajustada desde el punto de vista de los intereses exportadores argentinos. Las tres horas de cola y la hora de atraso en la puesta en marcha del expendio me parece bastante normal en este tipo de eventos.

2) Soy bastante más audaz, hubiera llevado a Pablo Rivero o a Hugo Echevarrieta para asar tradicionales y sangrantes cortes vacunos.

3) Algunos medios de prensa españoles dicen que de los “pollos al piolín” participó Francis Mallmann y doscientos cocineros más que lo ayudaron. No creo que sea verdad.

Pancho Ramos

Nací en La Plata en el siglo pasado y viví, desde 1976 hasta mediados del 92, en Madrid. Recién llegado a esa ciudad descubrí, de la mano de un amigo, las sutiles diferencias entre las diferentes variedades de pescados de roca: arañas, cepolas, cabrachos, gallinetas, rapes… Una lección inolvidable y el inicio de una pasión no siempre correspondida: amigos y gastronomía. No soy un foodie, tampoco un profesional. Sólo un cenador, viajado y con años de oficio.
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