Hay cocineros que viven con generosidad y buscan compartir lo que saben de la mejor forma que pueden. Algunas veces su charla gira sobre la forma exacta de hervir unos mejillones o la manera de cocinar una carne. No ocultan lo que saben, tampoco lo hacen difícil. Abren la boca y de su boca brotan frases que buscan sentido en el saber compartido. A veces lo escriben, pero la mayoría de las veces la fiesta de la palabra queda en frágil instante que se degusta o se escucha.
Fernando Rivarola junto a Gabriela Lafuente han armado, desde su restaurante “El baqueano”, un proyecto llamado “Cocinas sin Fronteras” que a juicio de este cronista es una de las grandes aventuras de la cocina argentina de la actualidad. El proyecto es de tal envergadura intelectual que es difícil comprender como puede pasar desapercibido en tantos lugares -el ecosistema mediático del que hablaba Marshall McLuhan –que terminan hablando de banalidades o preguntándole al espejo lo que la madrastra de Blancanieves inquiría: “espejito, espejito, quién es la más guapa”.
En el diario El País de Madrid un magnifico periodista llamado Ignacio Medina ha explicado la dimensión de esta propuesta a los lectores y no voy a tergiversar sus palabras mezclándolas con las mías. Lean la nota y si no conocen lo que se hace en El Baqueano no pierdan el tiempo y reserven una mesa. Después de todo hay noches en que es bueno marearse en el torbellino de sabores y conceptos que surgen desde los respetuosos fogones del barrio de San Telmo.
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