Cuenca 644.
Una puerta cerrada y un número como único reclamo. Trepando las escaleras un comedor desangelado y una muy buena oferta de cocina coreana. Lleva abierto desde hace poco tiempo y gracias a la ayuda de nuestro intrépido guía fuimos los primeros argentos en copar la parada.

Nos portamos bien, comimos como cosacos y no protestamos por el picante ni llamamos al mozo cada cinco minutos. Como bebida esa mezcla de cervezas y soju que hace estragos en Corea del Sur. Ostras buenísimas, algunas con gochujang y otras sin nada (es como más me gustan). En el medio de la mesa, al alcance de todos, una parrilla alimentada con brasas de carbón y cubierta de una malla fina.

Muy buena carne, cortada en trozos pequeños y acompañada por esos platitos (banchan) que sirven de acompañamiento y aceite de sésamo. No son los cortes habituales que venden las carnicerías locales, pero son muy sabrosos, ideales para una cocción muy rápida.

Chinchulines y tripa gorda, previamente cocidos al vapor y cortados, como crocantes. Para terminar una sopa picante cargada de cerdo, mariscos, verduras y fideos. Un plato que tiene origen en china pero que forma parte de la cultura gastronómica coreana desde hace tiempo y que ya no existe en su país de origen.


