Brilla Crespo
El Cid Campeador puede ser el centro geográfico de la ciudad, pero está a años luz de distancia del centro económico y su corredor (la gente de bien nunca cruza Santa Fe y solo se mueve en línea norte). Este oscuro lugar del planeta parece haber sido olvidado por la gastronomía. Es difícil caminar por sus calles, entrar a algún local, y no tener un ataque de alergia. Los ojos irritados, la picazón en la garganta, y el estornudo fácil: Horrible, horrible, horrible.
Es complicado siquiera nombrar alguno, Ferreiro que sirve una pizza que solo es buena en el recuerdo, Don Zoilo que defiende con dignidad el concepto del bodegón con parrilla porteño y muy poco más. Casi nada.
Si dibujan un rectángulo imaginario que va desde hornorio pueyrredon hasta donato alvares, y de gaona hasta Juan B. Justo cruzaran dos barrios: Villa crespo y Caballito (un Caballito que después de cruzar Gaona pierde toda petulancia). En ese rincón perdido y olvidado de repente comenzaron a brotar restaurantes. Llamaremos a ese barrio imaginario Brilla Crespo (robando el nombre de una feria que se realiza en sus calles).

Bilbo

Isla Flotante

Barragán


Madre Rojas
Una parrilla de barrio que sirve una de las mejores carnes de la ciudad. Juan Barcos, uno de sus dueños, tiene suficientes credenciales como para entender la anomalia. Es uno de los nombres detrás de Barcos & son (Aquí), la empresa pionera en waygu en la argentina, de la Carrera de sommelier de carne en la Facultad de ciencias veterinarias (Aquí) y del Instituto de las Ciencias y Oficios de la Carne. Una cecina de waygu conmovedora. Una mollejas de muerte. Papas fritas tiernas y crocantes. Y una carne por arriba de la norma. Casi otro animal.

