El administrador impartió las indicaciones precisas, solo fue coser y cantar, aprovechando una lata olvidada en el fondo de la heladera.

El procedimiento (no creo que pueda ser llamado receta) es muy sencillo: una papa cocida con cascara, manteca y caviar, en este caso imperial beluga iraní.

Por desgracia, mi conviviente desprecia las huevas de esturión lo que me obligo a dar cuenta del contenido en soledad y sin dejar rastros ya que no se debe guardar una vez abierta.
Las primeras pruebas fueron sobre un pan crocante con manteca, pero me quedo (por lejos) con esta presentación.
La papa bien caliente, la manteca muy fría y la corona de caviar funcionan de maravilla, en un preciso juego de temperaturas y texturas.
El próximo ensayo será sobre unos blinis recién hechos, tal como sugiere Paul Azema.
