Realizado casi, casi con sobras que «ensucian» el caldo del arroz. Un muslo de pollo, una costilla de cerdo, 5 o 6 chauchas, idem esparragos verdes, tomate rallado, cebolla, ají rojo y caldo de pollo. Como condimento una mezcla de alcaravea, pimienta, nuez moscada, clavo y canela. No piensen que mi imaginación se ha desbocado, España fue mora y civilizada cuando los cristianos eran barbaros e iletrados.
Hice, para terminar de enturbiar las aguas, una picada. Un hígado de pollo (conejo hubiera sido mejor) sofrito y después machacado en el mortero con una cucharada de ñoras. Lleva sabrosada (tenía en la heladera porque mi cuñado me trae una magnifica que elaboran en San Pedro) pero se me olvido descongelarla. De puro snob lo hice seco y en paella, hubiera sido mejor caldoso y en caldero.
Cuando comencé en el mundo del arroz -era muy joven, atrevido y creía que el mundo terminaría por ajustarse a mis sueños- hacía uno muy parecido en una olla a presión gigante que todavía conservo para fondos y caldos. Después pase a utilizar una olla de barro que compre en Portugal y que hace poco tuve que despedir. Dentro de poco, si soy lo suficientemente rico, me voy a comprar una sartén a presión de base amplia que me permitirá vivir nuevamente la experiencia de la trasgresión. Porque algunos pioneros, siguiendo mis pasos de hace más de 30 años, ya han comenzado a recorrer ese camino y no quiero que se priven de mi experiencia y sabiduría.

