Una semana practicando con arroz doble carolina argento. Los precios de los arroces importados están por las nubes y algunos nacionales, presumiendo de un orígen similar a los italianos, proponen precios disparatados en un afán de jerarquizarse.
El lunes hice dos arroces para mi pantagruélico amigo Hernán. Aprovechando que mi mujer había salido a buscar a mi nieta hice un arroz seco con pollo y chauchas para dos en la paella de 40 centímetros. Sólo 160 gramos de arroz y un poderoso caldo de pollo dieron un socarrat dorado y homogéneo. Cuando estábamos terminando llegaron los ausentes que nos arrebataron las cucharas (si, comíamos con cucharas) y dieron cuentas de los restos. El segundo arroz, esta vez para cuatro, fue un meloso con los mismos elementos. Mejor el punto del arroz en el meloso que en el seco. Más rico el segundo con su crocante que se adivinaba como si fuera una puntilla por debajo de la gramínea.

El segundo arroz fue para un almuerzo a solas con mi nieta que algunas veces sueña con ser vegetariana. En una juguera puse 4 zanahorias y el resultante lo mezclé con un caldo de verduras. Un sofrito lento de puerro con un tomate rallado. Al mismo tiempo que hacía el arroz escalde unas almendras, las freí en oliva y guarde el aceite para añadir al arroz junto con un buen puñado de parmesano. Al final de la comida me preguntó si siempre que estaba solo me tomaba tanto trabajo con la comida y le jure, mirándola a los ojos, que siempre era así, aunque ella no estuviera. Solo dijo: ¡guauuuu! Pero los dos sabíamos que eran mentiras. Muy bien el doble carolina.
El tercer arroz fue un meloso mar y montaña que hice para molestar a un amigo que estaba apunado en las cercanías de Machu Pichu. Arroz con calamares, morcilla y besugo. Contundente caldo de pescado, generoso aceite en el sofrito (uno de los secretos del arroz es la cantidad de materia grasa; mucha da una fritura y con poca no se consigue un hilo conductor). Un filete de besugo con su piel por encima. Quizás innecesario, pero habíamos utilizado la cabeza, raspas y espinas del pescado para el caldo y no lo íbamos de desperdiciar. El arroz absorbió todo el caldo que a ojo y sin medir había puesto.
¿Merece la pena gastar 350 o más pesos en un arroz si podemos conseguir algo similar por menos de 100?