Tenía en el congelador de casa una porción de callos (mondongo) con pata y morro y decidí que había llegado el momento de liquidarlos. El esclavo que cuida los fuegos de ese “bistronomy” popular llamado Carmen Boedo me prometió que tendría unas papas fritas y decidimos que esos callos, con las papas y dos huevos fritos sería una buena entrada para un día de verano no demasiado caluroso. Un plato semejante, una copia diría sin temor a las consecuencias, preparan en Liebana, en los picos de Europa. En ese lugar casi inaccesible donde hace más de un milenio el Beato Abad escribió su comentario alucinado al apocalipsis
